Hoy tenemos la suerte de contar de nuevo con una entrada escrita por Puy Monleón, una magnífica profesional de los Recursos Humanos que ya dio muestras de su particular visión de la empresa en una entrada anterior en #NuevosTiempos. Desde su propia experiencia, el tema de este post no tiene desperdicio. ¡Disfrútalo!
Hace algo más de un año volví a encontrarme por sorpresa con una buena amiga de mis tiempos universitarios. Hacía más de 15 años que no veía a Uxue, y fue tal nuestra alegría al encontrarnos que decidimos quedar un día a comer para ponernos al día sobre nuestras vidas y vivencias.
Habíamos reservado en un pequeño restaurante de Pamplona que yo conocía bien, y en el que podíamos tener una sobremesa tranquila. Después de relatarle mis vicisitudes personales y profesionales, Uxue, que estaba casada y con una hija, empezó casi directamente a contarme las dificultades que estaba encontrando al asumir la gerencia de la empresa de su madre, teniéndole a ella todavía en activo en la misma. Después de tres horas largas de conversación me ofrecí a ayudarla mediante un proceso de acompañamiento personal muy ligado a una formación que yo había terminado recientemente. Ella aceptó gustosa, movida por un lado por la amistad y confianza que siempre había depositado en mi, pero sobre todo porque, según sus palabras, estaba “tan desesperada” que su disposición para aceptar cualquier ayuda se reflejaba en el brillo de sus ojos.
Me he decidido a aceptar la invitación de José María Garrido para contarte esta experiencia porque, como verás enseguida, este tipo de situaciones suelen darse con mucha frecuencia en las pequeñas y medianas empresas familiares, y estoy de acuerdo con él en que, aunque no se trata de un caso de empresa agroalimentaria, puede servir de orientación a los lectores de este magnífico blog, y más teniendo en cuenta que esta temática (la de la empresa familiar) ya la ha abordado él mismo en otras ocasiones desde otras perspectivas (ver Empresa familiar: ¿transición tranquila? o El nuevo liderazgo en la empresa agroalimentaria).
El nudo
Desde luego, la historia de Uxue era un auténtico nudo gordiano.
Hace ya unos cuantos años su madre regentaba un taller de confección de ropa en el que trabajaban alrededor de 10 personas. Uxue comenzó a trabajar allí desde que terminó sus estudios, y su madre le enseñó todo lo que debía saber sobre el negocio textil: desde el diseño de las prendas al patronaje, pasando por la elección de las telas, la confección, la venta y la logística de reparto.
Pasó por todos y cada uno de los puestos de trabajo, aprendiendo como si fuese una empleada más, con la diferencia importante de que su madre le exigía que el trabajo que estaba realizando fuese de alta calidad y con la máxima productividad. No le permitía errores, por aquello de dar ejemplo. El resto de los empleados debían verla como una trabajadora modelo, pensando que en el futuro ese negocio iba a pasar a estar en sus manos.
Uxue recordaba aquellos momentos como muy difíciles, dada la alta exigencia que recaía sobre ella y que se ponía de manifiesto delante de todas las personas que allí trabajaban: montones y montones de prendas se acumulaban en su máquina: llegaba la primera y siempre se iba la última. Así pasó 7 largos años.
La madre de Uxue, que siempre había sido una empresaria con gran visión del negoció, llegó a acuerdos de colaboración con distintas marcas francesas que le permitieron tener visibilidad en el mercado galo. De ahí surgió una alianza con una empresa francesa que comercializaba ropa ignífuga, ropa para hospitales y de otros tipos. Construyó una nueva fábrica en un polígono industrial y la expansión del negocio se produjo con rapidez, llegando a superar los 50 empleados. Es en esta etapa donde Uxue empieza a asumir más responsabilidades, primero con la Dirección Industrial, y posteriormente como Gerente de la empresa. Bajo su gestión profesionalizó la organización, obtuvieron certificados en Calidad, Medio Ambiente y Prevención, abrió la puerta de varios clientes importantes, y la empresa comenzó a ser la joya del grupo.
Pero todo aquello tenía su parte oscura. Uxue me contaba las dificultades y la carga que le suponía el intento de gestión del negocio, todavía bajo la batuta superior de su madre. Ella, más joven y con nuevas ideas, tenía que estar siempre por detrás, consiguiendo la venia de la fundadora y madre. Continuamente se sentía observada, controlada y criticada. Supuestamente ella ya era la gestora del negocio, pero su madre seguía tomando decisiones, muchas de ellas contrarias a las nuevas ideas y al nuevo rumbo que Uxue le estaba dando al negocio, y con frecuencia se saltaba los conductos organizativos para actuar a la antigua usanza.
La plantilla, que en gran parte había vivido el desarrollo del negocio desde los primeros tiempos, seguían teniendo como referente a la madre, ya que, al final, era quien tenía la última palabra en muchos asuntos. Y, por supuesto, la admiraban por la carrera profesional que había tenido y por el lugar en el que había colocado al negocio.
Ante esta situación, Uxue se sentía desorientada, maltratada, poco reconocida, e incluso en ocasiones, humillada. No sabía como afrontar la situación. Tenía que llevar el negocio adelante, pero la presencia de su madre y sus decisiones no le ayudaban en absoluto. La sentía como una sombra. “El negocio lo ha creado mi madre, nunca voy a ser como ella”. “Todos los ojos son para ella, mientras que a mi no me valoran”. “Ya no sé si seguir adelante, o dejarlo todo definitivamente”.
El camino
Pero el caso es que Uxue había demostrado habilidades sobradas para gestionar una empresa de aquellas características. Por las cosas que me decía yo veía en ella un liderazgo innato, capacidad innovadora, energía emprendedora, enfoque a la valoración y desarrollo de sus empleados, competencias para el control del negocio y, por supuesto, conocimientos y experiencia sobre los procesos, los clientes y el mercado. Era sorprendente cómo una persona con aquellas cualidades podía tener tan poca autoestima, llegando incluso a plantearse el dejar todo aquello.
Así que le ofrecí mi ayuda, proponiéndole un acompañamiento con el que ir trazando el camino hacia sus propias metas, sus anhelos e incluso, sus sueños. ¡Y aceptó!
Comenzamos el proceso. Estuvimos viéndonos durante 3 meses, en sesiones de una hora cada dos semanas.
En la primera sesión ella se marcó su gran objetivo: asumir definitivamente el timón del negocio con seguridad, a través del reconocimiento.
Tuvimos que dar varios pasos importantes.
- Como suele suceder en muchas empresas familiares, Uxue debió ser capaz de diferenciar entre dos sistemas diferentes: el familiar y el empresarial.
- Expresar y dar espacio a las emociones negativas (odio-rabia, miedo, tristeza), y sacar de ellas los aspectos positivos (fuerza, alerta, autoconocimiento).
- Darle la posibilidad de soltar, por escrito, todo su malestar, sin tapujos ni censuras, además de todo lo que le angustiaba sobre el trabajo/empresa
- Lógicamente, mi amiga tenía mucha dificultad para separar los roles de madre/hija y de fundadora/gerente. Tuvimos que trabajar la identidad de cada uno de ellos, poner cada uno en su lugar.
- A partir de ahí, fuimos hacia lo positivo: sus propias fortalezas como hija y como profesional, fortaleciendo desde sí misma su valor, sus cualidades y su posición.
- Y reconocer las cualidades de su progenitora como madre y como creadora de la empresa.
- Uno de los puntos más complicados fue preparar la conversación pendiente con su madre para hablarle de todo esto, de su agradecimiento por todo lo que le había dado y enseñado, y para pedirle, si estaba de acuerdo, que confiara en ella y le cediera real y definitivamente las riendas del negocio.
Efectivamente, era imprescindible un ejercicio de reconocimiento y confianza mutua, aunque Uxue debía tener claro que lo único que estaba en su mano, lo que estaba en su zona de influencia, eran los aspectos relativos a sí misma, dejando fuera la preocupación, y ocupándose de lo que realmente podía cambiar. Porque ella no podía cambiar a su progenitora…
No te preocupes (zona de preocupación), ocúpate (zona de influencia)
El desenlace
Un año después la situación de Uxue, sin llegar a ser perfecta (su madre es mucha madre) es radicalmente diferente.
Después de las dificultades de su camino, consiguió ver a su madre con benevolencia, y valorar todo lo que ella le había dado, desde la propia vida, el esfuerzo, la educación… y el amor. Reconoció su energía, valor y dificultades como empresaria, los valores que atesoraba, y todo lo que había sido capaz de crear de la nada. Y fue capaz de decírselo, de hablarlo, de conversarlo.
Se reconoció a sí misma, sus capacidades, su fuerza. Supo recoger sus fortalezas y sacar recursos de las debilidades, viéndose a sí misma como lo que en realidad es: una persona con valores, con competencias, y con ganas de disfrutar del camino, independientemente del resultado final. Además de su decisión de ponerse con todos los sentidos al frente de la empresa, y hacer de ella su pasión y el sentido de su vida profesional.
Es decir, todo un trabajo de autoconocimiento y autoafirmación personal, desde su zona de influencia.
¿La reacción de la madre? La de todas las madres…
¿Y la de la empresaria? Realizó un acto de reconocimiento con toda la organización reunida, sus aliados franceses y algunos de los clientes principales, para nombrar oficialmente a Uxue como Directora General de la organización, e investirla de todos los poderes ejecutivos.
Se retiró a su nuevo papel de propietaria de la empresa… desde el que sigue dando consejos a Uxue, aunque la relación entre ambas ya se realiza desde posiciones radicalmente diferentes y, eso sí, muy bien delimitadas y clarificadas.